A fines de 2017, el arquitecto colombiano Antonio Yemail y su equipo se cambiaron de oficina en Bogotá. Tras once años de trabajo en un monoespacio donde todas las actividades se superponían, la mudanza se convirtió en una excusa para inventariar, reconstruir, destruir y documentar procesos de diseño a través de sus maquetas.
Entre 150 maquetas realizadas, 90 de ellas fueron restauradas y fotografiadas nuevamente. "Es el principal testimonio visual para reconocer cómo se han encadenado nuestras inclinaciones proyectuales, pues como dice Álvaro Siza, un proyecto es la maqueta del siguiente”, explica Yemail en conversación con ArchDaily.
La mudanza no solo implicó cambiar de nombre —Oficina Informal ahora es Yemail Arquitectura—, sino también la posibilidad de contar con espacio suficiente como para destinar uno de ellos para elaborar maquetas y otro para exhibirlas. Si bien reconoce que están lejos de los niveles de producción de maquetas de las grandes firmas, Yemail plantea que por cada proyecto desarrollado en su oficina debe existir al menos una maqueta física.
"Las maquetas permiten sentir determinadas estructuras espaciales, probar recursos formales, proporciones y combinaciones materiales; para los constructores las maquetas comunican la idea del proyecto con mayor fidelidad que los planos técnicos; mientras que para los clientes permiten tener un diálogo mucho más transversal y desencriptado que el que permiten los planos, más sensibles que con los renders y con las posibilidad de generar lazos de confianza y afectividad con el proyecto", reflexiona.
El interés por las maquetas como herramienta de trabajo y ejercicio "altamente expresivo" se refleja en los arquitectos Sebastián Vélez y Sara Aristizábal, a quienes Yemail llama los artesanos, debido a su "enorme capacidad, paciencia y la precisión de trabajar con miniaturas de la realidad", comenta el arquitecto colombiano. "Con ellos hemos ido aprendiendo a experimentar escalas atípicas como 1:30, esquemas en los que conviven una escala para la planta y otro para el alzado, o formas de estudiar la pieza desde la sección o la separación de sus componentes", agrega.
En un taller de maquetas de la universidad, recuerda Yemail, construyó un modelo de Villa dall'Ava (OMA) en la que la piscina era de gelatina; el terreno, recortes de revista; y las fachadas, latas de cerveza. "Fue un versión personal que servía para entender la posibilidad que los modelos tienen para proyectar y representar casi en simultáneo con absoluta libertad y experimentación desde estados muy abstractos", recuerda.
Las maquetas de Yemail no tienen miedo al color, las texturas, al detalle o al mobiliario. Son maquetas tan expresivas que, paradójicamente, recuerdan a las maquetas escolares, una etapa formativa sin conocimiento de la arquitectura. "Son la primera construcción de la construcción, de modo que damos absoluta veracidad a su despiece, la cantidad de componentes que tienen, las autonomía y portabilidad de su estructura entre otras cosas. Se vuelven objetos aprehensibles no solo desde la vista y el tacto, sino por el proceso de entendimiento que supone pensar su proceso de elaboración", comenta.
"Y bueno, por qué no decirlo, las maquetas también son objetos de una belleza enorme que aprecio coleccionar y rodearme", finaliza.
